miércoles, 12 de marzo de 2008

Tres sonetos de Joaquín Sabina

Manga por hombro

Sancionar la inocencia del culpable,
desaprender el código aprendido,
quitarle la razón al razonable,
dormir con la mujer de su marido.

Almacenar sustancias inflamables,
cultivar el silencio y el ruido,
pintar de azul los días laborables,
exhumar las memorias del olvido.

Hacerle carantoñas a la suerte,
subir de tres en tres las escaleras,
repoblar con sirenas los pantanos.

Matar al cristo de la muerte,
bailar alrededor de las hogueras,
manga por hombro, como los gitanos.


Qué bueno era

Que no falte un pisco en mi velorio
ni un jalisco chingón de despedida,
respirar es un lujo transitorio,
hay vida más allá pero no es vida.

Evitadle al fiambre,¡qué bueno era!,
el rip de la portera y el pariente,
el gori-gori de la plañidera
que no tenga mi cuerpo tan presente.

Y apuré, vanidad de vanidades,
despues de demasiadas madrugadas,
el puré de cicuta que resume.


Con pepitas de oro

Vencido sin honor en más combates
que Aureliano, el menor de los Buendia,
harto de biselarte escaparates
a los charlines de la hipocresia.

Hastiado del servil dime y direte
de los que matan por calmar el flato,
tiré, por el desagüe del retrete,
los títulos, la pompa y el boato.

Y tarde, a la recherche du temps perdido,
partí, otra vez, en dirección contraria
de los que están de vuelta y nunca han ido.

No me vais a creer, pero el tesoro
enterrado en la isla Barataria
era silencio con pepitas de otro.





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