viernes, 19 de junio de 2009

Diferido (II)

El Doctor Ángel Pezzutti está parado en una esquina apoyado en la pared, cerca de Independencia y Colombres. Debe acudir a una cita, pero intenta no llegar demasiado temprano, y pierde ociosamente el tiempo entre línea y línea de un intrascendente artículo del diario. Cada tanto, mira el reloj de la farmacia de enfrente. Siete y dos. Sigue leyendo despreocupadamente. Siete y cuatro. Cambia la hoja. Siete y cinco. Se distrae ensimismadamente y pierde la noción del tiempo. Cuando se recompone, un camión se ha estacionado y le tapa la visión del local. Recuerda así que tiene su propio reloj en el bolsillo, y lo saca, aún con la vista fija en el camión. Pero el reloj está adelantado, y sus agujas marcan erróneamente las siete y cuarto. Con temor de llegar ahora tarde, se acomoda el sombrero y parte presurosamente. Un minuto después –siete y nueve- dobla la esquina la Mujer de su Vida, que ha nacido y vivido para casarse con él y hacerlo feliz, y se detiene en el mismo lugar, con un propósito incierto.
Tiempo después, Pezzutti la conocerá en una fiesta y se enamorará de ella, pero ambos estarán ya casados y atados, y no volverán a verse.

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